Es difícil en estos tiempos seguir el hilo de tanto e-mail, de tanta nota pensada o emocional, de tanto blog alrededor del tema cubano. La carta de la Concordia, la propuesta para una mesa nacional del Comité de Derechos Humanos, la discusión civilizada entre algunos miembros de estos grupos, la carta de Juan Antonio Blanco al General y hasta las discusiones entre los que criticaron a los participantes de la reunión en Barcelona. Comenzando por estas últimas, que no han sido del todo respetuosas y encabezadas por los ¨chicos de la batería pesada de la intransigencia¨, vemos que algunos han criticado ferozmente a los que desde el exilio se atrevieron a compartir mesa de intercambio con los de la isla. La respuesta publicada por Maria Elena Cruz Varela en su nuevo blog de este fin de semana: http://cruzvarela.wordpress.com/about/¿Ónde, ónde staba usté?, parece la respuesta mas contundente a los chicos de la intransigencia, que por ese camino se van a quedar solos, dialogando con su sombra. Bravo por Maria Elena!
Por otra parte, las medidas del gobierno del presidente Obama en relación a Cuba, abren una expectativa de cambio en las relaciones bilaterales. Estas ¨relaciones¨ han estado caracterizadas durante medio siglo por la demagogia, el hegemonismo y la tozudez, de ambas partes. Ciertamente sólo han penalizado al pueblo cubano y han abastecido de municiones ideológicas al Poder de la isla infinita.
Para los cubanos que vivimos en Estados Unidos, el “tema cubano” debía ser encabezado por dos puntos: 1ro. Las relaciones bilaterales y 2ndo. El problema entre cubanos. Hasta ahora, las relaciones bilaterales han obstaculizado el problema entre cubanos. Los que queremos la existencia de un estado de derecho para la nación cubana, donde se pueda vivir con esperanza, debemos alejarnos de cualquier formula que incluya o tome como factor esencial las posiciones, acciones y políticas de un gobierno extranjero. Y no sólo porque el asunto “debe ser entre cubanos”. El nacionalismo a ultranza que ha sido presencia ubicua del discurso oficial ha calado profundamente en casi todos los cubanos vivos. La relación con Estados Unidos, aun a escala personal es de amor-odio, en su mayoría, pero el paradigma de la soberanía nacional salta como resorte inconsciente en cada hijo de vecino, (o en la mayoría), para descalificar cualquier “solución” que pase por Washington. Y esto no estaría nada mal cuando se trata de edificar una nación. Hasta ahí, suscribo en su totalidad el discurso antiplattista. Lo triste es cuando este paradigma ha sido la carta de triunfo que ha usado el Poder para perpetuarse por medio siglo, envuelto en la bandera y como único dueño de ella. Sin una pequeña parcela de la tierra cubana para los que piensen diferente a El. Para estos, el exilio. La nación soberana, edificada alrededor del Poder, no tiene espacio para todos sus hijos.
Por el bien de todos nosotros, Estados Unidos debe declararle la paz al gobierno cubano. .Mientras el conflicto se conceptualice entre dos naciones, entre David y Goliat, entre la soberanía y la ingerencia, no tendremos mesa nacional, ni generales que lean cartas, ni concordia.
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