viernes, 23 de julio de 2010

En los altos de una gomera: Oda a la Tortura. Segunda (y última) Parte

Hablemos de la factura.
En más de una ocasión se ha visto que con pocos recursos se puede producir el objeto de arte; que muchos dineros se convoquen para un resultado carente de ángel. Algunos, exagerados, llegan a afirmar que las penurias materiales son condición sine qua non para exacerbar la creatividad. De nuevo, y en la misma línea de “La Oda...”, las generalizaciones resultan infelices, aun cuando las producciones de Teatro en Miami Estudio apuntan en esa dirección. Cuando Ernesto García afirma que la producción de su última puesta ha costado $75, olvida reclamar los llamados gastos “in-kind”. Entonces esta cifra se multiplicaría por 40 o 50, para retribuir merecidamente a los participantes. Y así vamos.
Costuras, las hay. Dos actores de grandes ligas se combinan con dos de menores y el resultado es bueno. Quizás el torturado debió alternar el lloriqueo perenne con silencios o texto, quizás el torturador de pueblo debió desarrollar otra gestualidad para indicar que le daba agua sucia al torturado, (lo del cepillito no convence). Sin embargo, ambos actores, Peraza y Casalla, demuestran dar pasos sólidos en el camino de la actuación. Enhorabuena. Los otros dos, Sandra García y Jorge Hernández, impecables. En particular me entusiasma que Sandra se aparte de algunos manierismos que venían repitiéndose en las últimas actuaciones y regale el depurado trabajo de que es capaz. Esta no es una obra de actores, es una obra de equipo y el equipo lo consigue. Música, luces y composición de escena se combinan armoniosamente, esta vez con la feliz contribución de Ludwig van Beethoven. Feliz contribución porque de lo contrario todo tendría la misma autoría y quizás la incorporación de otros creadores, (lo repito), enriquecería el trabajo de TEMS, donde no cabe duda que en los altos de una gomera, se hace buen teatro.

jueves, 22 de julio de 2010

En los altos de una gomera (primera parte)

Para los que amamos el teatro, la nueva propuesta de Ernesto García en la pequeña sala de TEMS, no puede menos que asombrarnos. Algunas ideas son difíciles de digerir. Por aquello de que la realidad no es blanca ni negra si no que adquiere todos los tonos de grises, que al común de los mortales le suele resultar más dificil de aceptar que la alternativa lapidaria y en ocasiones numantina. Si no estás conmigo, estás contra mí, justos y pecadores, patria o muerte, el cielo y el infierno, el odio y el amor, y cualquier otro extremo de simple colocación en el imaginario común.
Antes de asistir a la representación escuché comentarios respetables que, alarmados, encontraban la propuesta demasiado “relativista”, poco comprometida, (con qué o con quién); “pero si hasta quiere hacernos creer que el torturador es bueno!”
Mi lectura, (y qué bueno que hay muchas lecturas!), sin embargo, fue diferente. Con un excelente uso del llamado “multimedia”, con un profundo dominio de la composición escénica, el autor/director retoma el tenebroso y antiguo oficio de la tortura para invitarnos a repensar los múltiples ángulos desde los que podemos abordar la realidad. Un torturador de profesión recurre a discernimientos de dudosa moralidad, pero aún así, plausibles, para justificar o proveer de cierta racionalidad su oficio. Por otra parte, los “revolucionarios”, que quieren cambiar el mundo y con ello la injusticia social, acuden a las acciones terroristas, donde mueren inocentes. El torturador entiende su oficio digno y evita atascarse en la disonancia cognoscitiva que agrede a todos por igual. Entonces se salva, a sus ojos. Los “revolucionarios”, que históricamente han apelado a la política de fines, (whatever works), no importa por qué medios, buscan una sociedad mejor. No importa si vascos, irlandenses, montoneros o extremistas musulmanes; no importa contra qué poder, no importa contra qué abuso. Los múltiples Rashomons verán diferentes verdades, que quizás se compensen. Y a nadie le asiste la única verdad.
Me atrevería a asegurar que Ernesto García pertenece a una generación que aprendió duramente a rechazar los extremos, las buenas intenciones, las verdades lapidarias. Y lo expresa de esta manera. A mi se me ocurre un discurso mas civilizado que otros.

jueves, 15 de julio de 2010